CAPITULO TRES

¿Por qué demonios escogí Acapulco? Lo ignoro, hubiera preferido Huatulco mil veces, cien cualquier otra playa, docenas mi propia azotea aquí en el DF. ¿Recuerdas? Una vez tú quisiste ir de vacaciones, con el pretexto de conocer el nuevo antro de no se que chingado nombre en la Costera, pero yo me negué rotundamente. Nunca me gustó Acapulco, ahora que lo conozco más lo odio de verdad, creme ese lugar es el infierno.
Mientras caminaba rumbo a la estación de autobuses pensé en Huatulco, un lugar ideal para relajarme, descansar, recargar la pila. Cuanto estaba frente al empleado de la línea de autobuses quise pedir un boleto para Huatulco, pero el imbécil entendió Acapulco. Estaba harto de este tipo de malentendidos, no tenía gas de pelear, era como si hubiera una conspiración para volverme loco o de plano todos se hubieran vuelto sordos o pendejos. Me encogí de hombros, que más da pensé, lo único que quiero es descansar, quizá ni siquiera salga de la habitación del hotel.
Llevaba casi veinticuatro horas sin dormir pero no quería siquiera intentarlo, tenía miedo de lo que pudiera pasar cuando cerrara nuevamente los ojos. Antes de abordar el camión me tomé un expreso doble y durante el trayecto intenté concéntrame en las películas sobre desastres que se sucedieron en la pequeña pantalla del autobús. Llegué a mi destino a las seis de la mañana, me dolía el cuerpo, apenas fui capaz de levantarme del asiento. Abordé un taxi sin saber qué dirección tomar… ¿A dónde lo llevo joven?... el taxista me miraba con extrañeza por el retrovisor… ¿Y sus maletas?... recordé un pequeño cenicero con la forma de una cabeza olmeca en casa de un tío, en la parte de atrás tenía la siguiente leyenda: “Recuerdo robado del Holtel Bali-Hai, Acapulco, México”… al Bali- Hai…apenas abrí la boca para decirlo, el chofer se volvió para mirarme detenidamente, mi rostro lo decía todo…no me estés chingando… el taxista, buen hombre, entendió que no estaba de humor para satisfacer su curiosidad.
En la recepción del hotel pedí cualquier habitación disponible. Cuando entré al cuarto fui al baño, me miré en el espejo. ¿Este soy yo? Ojos hinchados, barba de tres días, labios secos, pelo enmarañado. Me eché agua en el rostro, moría de hambre, pero temía salir a un restaurante. ¿Puedes creerlo? Prefería evitar cualquier intercambio de palabras, por eso fui al súper, no había muchas opciones, sólo comida chatarra.
Comí recostado en la cama mientras veía por Goldenchanel “Del crepúsculo al amanecer”. Todo estaba bien hasta la escena donde Salma Hayek baila sensualmente con una boa enroscada en su cuerpo. No pude evitar penar en ti, deberías sentirte alagada sabes. Mientras Salma se contoneaba en la película mi mano izquierda bajo furtiva hasta mi entrepierna. Lo necesitaba fue como un exorcismo momentáneo, precoz, inútil de cualquier forma. Cuando termine caí profundamente dormido.
Al despertar sudaba mares, la noche había penetrado en la habitación, la tele seguía prendida y yo no estaba seguro si esto era la realidad o todavía soñaba. Tuve la impresión de que en cada esquina del cuarto había una mariposa negra, la misma de la otra noche, vigilando mis movimientos. Estaba confundido, rodé por la cama, palpé mi cuerpo húmedo ¿Este soy yo? Salté de un brinco para prender la luz, adiós sombras, adiós mariposa del infierno. Corrí al baño para verme al espejo ¿Este soy yo? Ruina de hombre. Soplé en la palma de mi mano, mi aliento, mi olor todo era intolerable, necesitaba un baño.
Cuando salí de la regadera, agua fría, limpia cachetada, regreso a la realidad, me sentía revitalizado, era nuevamente yo, eso creí de verdad por un instante, pobre diablo de mi. Por la ventana alcance a vislumbrar las luces del bar del hotel. No estaba dentro de mis planes reventarme, pero la música, canto de sirenas, me atraía. Pensé que sería buena idea salir a tomar un trago, quizá un whisky. ¿Por qué no?

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