CAPÍTULO UNO

¿Me recuerdas? Soy Eduardo, el hombre de tu vida. Modestia ya te chingaste. Perdona las palabrotas, quizá no estés acostumbrada, he cambiado sabes. Antes era el aburrido señor licenciado, comida a mis horas, techo seguro, jugo de naranja cada mañana y una larga lista de rutinas. Pero eso cambio desde aquella noche de agosto, luna llena ¿Recuerdas? Fue la última vez que nos vimos, hace un año.

¿Por qué te escribo justo ahora, más de 360 días después de haber desaparecido? Por que yo tampoco deje de pensar en ti, quise hacerlo creme, pero no pude, el alcohol, las mujeres y todo lo que ahora estoy dispuesto a contarte fueron insuficientes. Todavía conservo algo que debí darte esa noche, es un anillo. Aunque te cueste trabajo creerme estaba dispuesto a pedirte matrimonio antes de esa noche. ¿Por qué no lo hice? Por pendejo.

En realidad no es tan simple, nada es simple mujer, por eso escribo, para explicarte por qué escapé y lo que pasó después de perderme a mi mismo durante el último año. ¿Qué es un año? Casi nada o toda una vida, dependen de la intensidad. Una vida sin ti y soy incapaz de olvidarte, dime si eso no es prueba suficiente de mi amor. ¿Qué más quieres de mí? ¿Una explicación? Pues bien, aquí la tienes. No espero credibilidad en cada palabra, pero es la verdad. Tampoco pido perdón, sólo anhelo me regales la oportunidad de volver a verte una vez más, quizá la última.

Esa noche de agosto estaba nervioso, llegué con treinta minutos de anticipación a la cita, compré una cajetilla de cigarros solo por tener algo que hacer mientras esperaba. Entre en la habitación 202 del Hotel Pasadena, ¿Recuerdas? Nos gustaba ese lugar por las ventanas del suelo al piso. No prendí la luz, preferí abrir las cortinas para dejar entrar un poco de noche en el cuarto. Entonces la vi: una mariposa nocturna en el umbral de la ventana, parada ahí, con los ojos de sus alas fijos en mí, como si esperara algo, como si quisiera decirme algo.

¿Conoces el miedo? No hablo del temor infantil a la oscuridad o los fantasmas, me refiero al miedo real, una sensación de ahogo y estreches. Es como el terror a morir que sienten los inocentes en medio de una guerra. Esa noche comenzó una guerra en mi interior y ahora, por fin, creó haber salido vencedor y eso me hace recuperar un poco la esperanza sabes, a pesar de la sangre derramada. No hay guerras justas, siempre mueren inocentes, esta no fue la excepción.

¿Alguna vez has escuchado que las mariposas negras son bichos del infierno? Es verdad, en náhuatl se les conoce como mictlanpapalotl, mariposa del país de los muertos. Prendí un cigarro e intente olvidar las supersticiones, pero no podía dejar de ver de reojo a la mariposa, inmóvil, desafiante. Tuve la tentación de quemarla con la punta de mi cigarro, debí haberlo hecho.

Después de tres cigarrillos ella seguía ahí y yo la veía fijamente sin decidirme a hacer algo, sentía como escurrían por mi frente gotas de sudor frío. Abrí la ventana para refrescarme, también esperaba que se fuera, pero no lo hizo. Prendí otro cigarro. ¡Largo de aquí entupido insecto! Sólo lo pensé, dije nada, estaba ahí, como estatua, incapaz de abrir la boca, petrificado. A pesar de que seguramente podían escucharse los ruidos provenientes de la calle, en ese momento lo único audible para mí era el sonido de las manecillas en mi reloj, el latido de mi corazón y el tintinear de las pequeñas antenas de la mariposa negra.

Un minuto duró un siglo, estaba ahí, atrapado, victima de algún sortilegio. La opresión amenazaba cortarme el aliento, tenía que hacer algo, pero no podía pensar claramente, prendí otro cigarro, vi de reojo a la calle, la ventana estaba abierta, salté.

4 comentarios:

Anónimo,  14 de octubre de 2009, 0:01  

¡Maestro! (lo digo como algo así, tipo: camarada, colega, "parna", etc.) no porque en verdad te distinga con tal rango.
Hablando en serio. Me da gusto ver, mas bien leer, un nuevo escrito tuyo.
De cajón, la idea de comenzar y cerrar con la mariposa me parece buena, me confiezo supersticioso con respecto a ellas, y; al menos en mi vida; su reputación está bien ganada.
Me siento algo identificado con el personaje; no por el asunto de los amantes; sino porque soy igual de distraído. Me conoces, suelo cambiar las fechas, horas de citas, y como en este caso, los lugares.
Va bien, y espero la próxima entrega.

Unknown 17 de octubre de 2009, 23:15  

Me declaro un necio en las cuestiones del ritmo, pero me parece que a esta redacción le falta un poco. No así la sagacidad con que me envuelves en la trama. Quisiera hacer algunas correcciones de estilo que probablemente no sean tan relevantes, pero volviendo al asunto importante, me ha quedado una (o varias)duda entre las manos, quiero seguir leyendo y ese es el primer paso, creo... espero la siguiente. Un abrazo.

Ironia Delirium 19 de octubre de 2009, 16:48  

Siento q le falta un poco más de esa ilusión literaria para que parezca un cuento de verdad ¿me explico? Un toque de la frugalidad que tiene toda novela.

La historia va bien. Esperamos la siguiente entrega, (por favor un poco más larga)
Besos!

Betoman 22 de octubre de 2009, 11:38  

me engancho. mictlan papalotl

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