CAPÍTULO CINCO

…i No mames! Ni que estuvieras tan buena… no me contuve, estaba borracho, ya no era yo y ella, ella era una puta loca que después de dos horas de chupar, desvaríos y manoseos en un bar, me salió con el chiste de que le debía mil pesos. No esperaba su reacción, sonrió abiertamente y me beso en la boca… Me gustas, tienes agallas… Se dicen huevos amor, a chingar los eufemismos… Ella me volvió a besar, esta vez utilizó la lengua, la contuve… Espera, todavía no estoy tan pedo… La empujé hacia atrás y bebí todo el contenido de mi vaso.

Estábamos en “Lluvia de Plata”, una cantina ubicada en la calle Mal Paso. Cuando salimos del bar del Hotel Bali-Hai abordamos un taxi… A la Zonaja… ¿Qué es eso? ¿A dónde me llevas muñeca?... Ella llevó su dedo índice a mis labios, el taxista aceleró, yo me deje llevar... Qué más da nena, si quieres puedes llevarme al infierno… Y ahí fuimos, entonces ignoraba que la Zonaja era el mote con el cual solían llamar a la zona roja de Acapulco.
…¿Cómo te llamas macho?... ¿Importa?... Otro trago ¿Este soy yo? Me lo seguía preguntando aunque sabía la respuesta: ya no era yo, y no era el alcohol, sabes, ojalá hubiera sido eso, sólo el alcohol. Pero era algo más, alguien más, desde que tomé el primer trago de whiski en el Bali-Hai, me convertí en un simple espectador, todo pasaba ante mi como una película, no tenía control de mis acciones.
…¿Qué te parece Fulano de tal?... No mames guey, ahora si te pasaste de pendejo ¿no?... Sus labios, pequeños carmín, escupían palabrotas ante mi estupor, el de mi conciencia inhibida por completo, pero ese otro, él nuevo yo ¿Este soy yo? Parecía gustarle su lengua virulenta, llena de mala leche.
…No soy cualquier pendejo muñeca, realmente me empeño… Risa de hiena, nunca había visto a una mujer reír de esa manera, sin gracia, mueca grotesca y un sonido gutural capaz de ahuyentar a los perros… Esta bien catrín, me vale madres tu nombre, pero me pagas pendejo... ¿Cómo puede una mujer ocultar una navaja en su escote? Jamás había visto algo así. No era yo, pero si podía sentir la punta afilada en el cuello, mi cuello.
…¿Por qué tanta violencia mi niña?... No temblaba, no sudaba, ni un rastro de miedo en el exterior, pero por dentro me estaba cagando… Si podemos arreglar las cosas como la gente decente… La empuje contra la pared, la navaja cayó de un manotazo, juntamos cuerpos y labios, ella intentó resistirse mientras la empujaba hasta el baño, fingió que lo intentaba, sus muslos tensos un segundo, abiertos al siguiente, sus caderas erizadas ante el calor de mi palma izquierda empotrada a su cuerpo, sujetándola, su brazos alrededor de mi cuello, ese mismo que instantes antes amenazó con la navaja. Los papeles se invertían, ahora era yo quien desenfundaba el arma, letal como navaja, dispuesta clavarla en su entrepierna.
Nunca había tenido sexo en un lugar público, tampoco había escuchado a una mujer gritar de esa manera ¿Alguna vez has escuchado el ruido de una foca mientras la están masacrando? Me empezaba a acostumbrar a los nunca, sabes, experimentar constantemente cosas que yo, pocos huevos, jamás habría hecho por mi propia cuenta. Por eso tampoco me sorprendió demasiado cuando, apenas terminé la segunda embestida, ella me obsequió un rodillazo en la entrepierna, la muy cabrona, seguido de un codazo en la cabeza que me hizo caer al suelo de rodillas. Antes me hubiera horrorizado sólo de pensar en la posibilidad de pegarle a una mujer, pero entonces no era yo ¿Recuerdas? Mi puño se abalanzó contra ella ¿Mi puño? No era mi mano, esa mano sin escrúpulos, poco caballerosa, pesada, apuntando al rostro de una mujer
…¡Pablo!.. Ella gritó antes de recibir el primer golpe el rostro, después calló y cayó, cuando yo preparaba una patada, dirigida también a su rostro, entró al baño un tipo moreno, mal encarado, chamarra de cuero, camisa de tirantes y pantalón de mezclilla desgastado. Sin mediar explicación me apunto a la cabeza con un revolver…Calmado pendejo o te vuelo la cholla.

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